Ad yana
Ondas marmóreas
traen la espuma
que nacer así la vio.
Albas nubes
desde el cielo despejado
no se pueden enfadar
porque juegue a difumarlas.
Ellos rozan con las manos,
el halo que le rodea
su cintura emblanquecida.
No son quienes la poseen,
Sino el dinero que viene
de los labios,
y ella sigue
simulada en el desdén.
simulada en el desdén.
Desintegrarse no puede
el veneno que bebió
pero escapa
de los hilos de la muerte
como el agua entre las redes.
De oscura piedra las manos
de un cliente
en la niebla de la noche
la hieren .
Frío plateado queda
en los labios
y una luz, como de luna,
con su sangre
derramada por el suelo.
Muertas cien mil células
contagiadas
por ese beso infeccioso.
Se olvida ya de las horas
del reloj acelerado
vertiéndose luz de velas
en sus manos.
Roja la retina
por el sueño de amapolas
en los campos infernales
De su piel.
Quiere ahora estar consciente
cuando el sueño toca el velo
que la cubre.
Ensómbrase esta vez que obsesoñó
una rata rosencrancia
con un perro guiltristón.
(Le invagena la ratasturbación corporal
y mea pena la sua perración mental.)
La ratacción fue follería.
(¡Trisón!)
El perrecho fue despecho.
(¡Trisonante!)
Aquesta bestia destripzó a la caserrata
con romantiznón:
pseudomentos revulsivos,
escatofríos psicopóticos
y neuralces espetosos.
Mas non de más tinieblas.
¡Aparécese la luz!
Finis fabulae, principium historiae.